OBRA
La Dupont y Norma
AUTOR
AÑO
2020
TÉCNICA
Acrílico
DIMENSIONES
110 x 110 cm
DESCRIPCIÓN:

Yaki o LA DUPONT
Jacoba Pirez (Yaky o La Dupont).
Jacoba nació en Varadero en 1929, hija de Gladys y del ingeniero americano Frederic Snare. Esta es la versión más extendida sobre su progenitor, el dueño de una de las más grandes empresas de construcción americana.
Frederic dirigió a través de su corporación la más famosa mansión de Varadero, "Xanadu" por encargo del millonario August E. Dupont.
En la espectacular hacienda que poseía un campo de golf de 18 hoyos, "Frederic Snare & Cia", levantó una estancia con maderas nobles traídas de Santiago de Cuba como la caoba, el cedro, el sabicú y mármoles embarcados expresamente de Italia y España.
El edificio fue declarado recientemente Monumento Nacional.
En ese periodo de su construcción (la edificación se termino en 1930, después de haber gastado más de 400.000$ de la época), nació Jacoba, que desde chiquita fue conocida como Jacky o La Dupont, por ser su madre una de las camareras de la mansión.
A pesar de no ser reconocida por su supuesto padre, Yaky tuvo una educación exquisita, fue amazona, asistió a clases de ballet en la Compañía de Alicia y Fernando Alonso (después Ballet Nacional de Cuba) y frecuentó gracias a su belleza y como azafata, las numerosas fiestas y eventos de golf que se celebraban en el campo de los Dupont.
Antes de cumplir 18 años, se traslado a La Habana formando pareja con uno de los bailarines más famosos de la farándula cubana, Roberto Gutiérrez, que acababa de ganar uno de los concursos más populares de la televisión “Pilón descubre una estrella”.
Roberto también había estudiado en la escuela de Alicia y Fernando, de aquí que la complicidad viniera de lejos.
Sin embargo el bailarín conoció pocos meses después a Mitzuko entonces todavía una adolescente, que ya había compartido escenarios con artistas como Josephine Baker o Tongolele y desde ese momento Roberto y Mitzuko se convirtieron en la pareja de baile más famosa de Cuba.
“La Dupont”, descubrió en ese momento que el mundo de la noche habanera le iba a deparar éxito y desilusiones a partes iguales.
Las parejas de baile en Cuba, las cancioneras, los interpretes de música afrocubana y los cómicos, eran parte del programa obligado de los espectáculos que ofrecían el "Sant Souci", el "Palermo", el "Ali Bar", "Las Vegas" ó el "Cabaret Nacional".
Fue precisamente en el Nacional donde Jacky conoció a Norma Cruz que había sido pareja de otro destacado bailarín, Rolando, famoso también por dar a conocer a un sinfín de bailarinas, que unas veces por imperativos de matrimonio y otras por cansancio, se iban sucediendo en los espectáculos que coreografiaba para la noche habanera.
El hecho de que dos mujeres formaran una pareja de baile, fue un suceso escandaloso, extraordinario en la farandula cubana, Yaky la morena y Norma la rubia, crearon un dúo, que como La Lupe, empoderaba a las mujeres en los escenarios.
Esas mujeres (La Lupe, Moraima Secada, Juana Bacallao) rompían los esquemas establecidos, se enfrentaban al publico con desplantes e incluso con insultos y fueron la sensación en los últimos años de la dictadura de Batista.
Lefty Clark un empresario de Miami que había comprado el famoso y en ese momento decadente "Sant Souci", las contrato de inmediato y desde ese momento pasaron a ser “Las rumberas del Sant Souci”, allí bailaron para Frank Sinatra, Rocky Marciano, Nat King Cole, Mario Moreno “Cantinflas” o Marlon Brando (existen fotos del actor tocando tumbadoras mientras La Dupont y Norma popularizaban una versión primitiva del "tuerking").
El éxito del dúo continuo hasta la llegada de la revolución, pero Norma que era de origen americano no tardo en abandonar la noche y se convirtió en musa y traductora de los barbudos y ocasionalmente acompañó a Fidel Castro en sus encuentros con dirigentes mundiales y en su visita en 1961 a la sesión anual de la ONU en New York.
Gladys y Yaky vieron como el "Xanadu" fue expropiado por la Revolución y en sus campos de golf se celebró la famosa partida entre Fidel y el Che, vestidos de guerrilleros.
Intentaban parodiar la afición que Eisenhower profesaba por ese deporte.
Al dia siguiente los periódicos cubanos titularon “Fidel juega mejor que Eisenhower”
En una de sus ultimas giras con el empresario mexicano Pepe León, este las llevo al centro nocturno “Terrazas del Casino” del D.F.
Fue la última vez que “Las rumberas del Sant Souci” bailaron juntas en un escenario.
La Dupont decidió no regresar a Cuba, comprendió que del éxito y las desilusiones, en La Habana solo le esperaban desilusiones y decidió aceptar la oferta del licenciado León para regentar y conseguir elevar el estatus de su conocido cabaret, que además fue parada obligada para artistas como Celia Cruz con la "Sonora Matancera" y su expareja, Roberto acompañada de Mitzuko.
Gladys falleció unos años después, pero como a otras artistas cubanas a La Dupont, el régimen no les permitió regresar para enterrar a su madre.
Casada con un senador del PRI, su rastro se pierde a mediados de los años 70 después de haber participado en algunos programas de entretenimiento de Canal 13, y como invitada en telenovelas de nombres tan definitorios de su biografía como "Mi rival" y "Entre brumas".

Norma de Cuba
Cuba es ese escondite perfecto donde van a parar los fugitivos, las almas perdidas, los caminantes sin rumbo.
Algunos se rompen o vencen al contacto con el vehemente aire salado de la isla, otros se acomodan, se aplatanan y renacen en una vida nueva de la cual es difícil regresar.
Ella llegó aquí de la mano de alguien que le prometió volver y así no ha sido. ¿Volver a dónde? ¿Acaso no somos de ese lugar donde debimos haber nacido?
Norma Cruz siempre estuvo medio perdida, tuvo una infancia compleja, bordada de abandonos, crisis y dificultades económicas hasta que en la adolescencia empezó su carrera artística en los primeros cabarets de Las Vegas y después como
pin-up de desnudos en revistas como "Modern Man" o "Models".
Intentó ciertos pequeños papeles en el cine y un día coincidió en una de las frecuentes fiestas que sucedían en Bervely Hills con George Raft, quien ya estaba en uno de sus primeros crepúsculos artísticos.
Su papel protagonista en muchos de los films de gansters de la década de los 40’s lo había convertido en un asiduo del circulo del jefe de la mafia en Cuba, Meyer Lansky.
Lansky un profesional de la extorsión, la noche y sus candilejas, le invitó a visitar Cuba y le puso en contacto con Nicholas Constanzo “el Carnicero” el dueño del Capri, el último hotel inaugurado en La Habana, bajo la dictadura de Batista.
George fue de inmediato contratado como director del Casino y sus Salones de Juego.
Norma, encantada, acompaño a George en su destino habanero y este le produjo para UltraFilms su primer y único papel como protagonista en Norma de Cuba. El actor que estaba casado en primeras nupcias con una católica devota (que nunca le concedió el divorcio), seguía visitando Hollywood y teniendo aventuras con algunas de las actrices más famosas de la meca del cine como Mae West y Lana Turner.
Norma oficialmente soltera y solitariamente acompañada, comprendió que La Habana era su lugar, que allí la cercanía de los cubanos la hacían sentirse querida, y entonces decidió instalarse en la isla para recuperar afectos y encontrar la felicidad que siempre le fue esquiva.
Normita, como cariñosamente le llamaban por aquí, era una de la sexciting girls más demandada en los espectáculos del Tropicana, que en esa época tenía como director de Orquesta a Bebo Valdés. Hubo noches en que ella salía a pisar boliches rojos por Marianao, abrazada a Nat King Cole, tarareando los arreglos que Mario Romeo le hiciera para su disco con la orquesta de Tropicana, "quizas, quizás, quizás…"
Con la llegada de la Revolución, el actor/ganster tuvo que abandonar precipitadamente la isla y Norma se diluyó en el ambiente festivo y popular que significó la entrada de los barbudos en La Habana.
La verdad es que a Norma siempre le aburrió ese círculo de mafiosos del hotel Capri, la fastidiaba escucharlos hablar de putas, cocaína y dinero, y a medida que pasaba la noche solía escurrirse por la puerta trasera del casino, o partir aprisa por la puerta de artistas de Tropicana para fugarse a bailar rumba con su pareja de baile "La Dupont" en el cabaret "Sant Souci".
Algunos aseguran que no fue un actor, sino un futuro presidente americano, con el que compartió más de una noche en el Hotel Nacional, el que que hizo amarres para mantenerla en Cuba, negociando hasta con Pardo Llada (un influyente fidelista) para quitársela de arriba, pero en fin, estas serán siempre conjeturas, hipótesis extrañas, asuntos de estado, preguntas a las que ella nunca debió, ni quiso contestar.
Su silencio fue una cuchilla de seda, su risa diáfana y aguda cortaba el aire y detenía cualquier duda o sospecha.
Su nacarado rostro atravesaba las calles de Galeano y San Rafael dejando atónitos a quienes tenían la suerte de encontrársela, era una criatura de otro mundo que intentaba asentarse entre nosotros y pasar desapercibida, cosa imposible bajo la intensa e indiscreta luz de Cuba.
En el primer carnaval de La Habana revolucionaria, la vimos aparecer en una de sus carrozas y después en algunas secuencias de la TV cubana con Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, en un atestado Malecón.
La leyenda de sus amoríos sigue, con un comandante mulato de la revolución que tomó el relevo del fugitivo Raft y su intento de encerrarla en una de las mansiones del Laguito, pero de eso también se libró la “vedette”, a cambio eso si de enseñar protocolo a los altos dirigentes revolucionarios, jóvenes campesinos que bajaron de la Sierra y se enfrentaron a importantes asuntos de estado sin conocer oficios tan mundanos.
El mito cuenta que fue contratada por Celia Sánchez para enseñarles maneras. Existe, incluso, una revista “Revolución y Cultura” donde ella aparece traduciéndole a Fidel durante la Cumbre de los Países no Alineados, pero apenas se le ve la cara, ella ya en esa época intentaba esconderse del foco.
Tomás Gutiérrez Alea la incluyo en el casting para actuar en la famosa película "Memorias del Subdesarrollo" en el papel de la amante sueca, pero algo extraño sucedía siempre que intentaban revisar los "roches", su rostro se velaba, de la película faltaban fotogramas, era como si su belleza hubiera entrado en un escapismo diseñado por Houdini.
Pasó sus últimos años en Centro Habana, en un edificio que más tarde hizo famoso el escritor Pedro Juan Gutierrez en su "Trilogía sucia de la Habana".
Desde allí maquilló y vistió a cuanta nueva estrella (travestis incluidos) aparecía. Nadie pudo sacarle una sola palabra sobre su pasado, simplemente era Normita, la que vino del yuma, la cartomántica, que un día se echo el santo y que leía los posos del café y las manos mientras mascaba un mocho de tabaco torcido en Vuelta Abajo.
Atinó siempre a leer el destino, la suerte de todos, evitándole una y otra vez malos pasos a su gente, pero lo que jamás pudo lograr fue leer, entender, seguir el hilo de su propia vida.